Este es un ensayo que escribí hace unos meses... Espero les guste, y pueda abrir un debate amplio.
En el ojo de la tormenta
Descripción: Este ensayo trata sobre la oscuridad y su analogía con un útero, como así también su función frente al Moldeador y a los seres humanos. Presenta una concepción en la cual la oscuridad no es sinónimo de lo maligno, sino de lo desconocido, y cómo ésta es necesaria en el balance de la vida. En este ensayo trataré sobre la oscuridad, y cómo ésta puede entenderse como una matriz, un útero, en el cual se nos cobija y prepara para la vida, la realidad. Además, analizaré cuál es su función frente a El/Los Moldeador/es, y la importancia que los seres humanos le dan. Este ensayo será un tanto particular, puesto que muchos de los temas que toco en los ensayos, o son temáticas que son cotidianas y nos acompañan todos los días, o son coyunturas ya pasadas. Pero ésta vez es distinto, porque siento que estoy en el ojo de la tormenta. Atravesé otro período “oscuro” antes, en el cual me alejé de muchas de mis creencias, entre ellas, el druidismo; ésta vez mi espiritualidad me acompaña en esta pequeña muerte interior. Hablar sobre lo que me sucedió en ocasiones similares y en esta, ¿hará que este ensayo sea mejor o peor? ¿Le dará mayor envergadura o simplemente le quitará objetividad? ¿Y cuál será su papel en la oscuridad que estoy pasando? ¿La aliviará, me ayudará a comprenderla, o simplemente será como el observador científico que no modifica lo observado? ¡Tengo muchos conclusiones para el final de este trabajo!
Los períodos de oscuridad son totalmente necesarios y naturales. Si observamos el mundo, todo oscila un tiempo en el día y otro en la noche: la semilla está un tiempo en la oscura tierra, el ave en su nido, el invierno deja paso a la primavera. Todos son ejemplos de lo mismo, y a lo mismo apuntan: la vida está viva, por lo que nutre una profunda y constante transformación, que es un ciclo y que pasa inevitablemente por etapas de Crecimiento, Madurez, Envejecimiento y Muerte.
Así, nuestra propia oscuridad es natural y necesaria. Hay un libro que estoy leyendo justamente ahora, La enfermedad como camino de Dethlefsen y Dahlke, en el cual se plantea que la enfermedad (que vendría a representar la oscuridad), no debe ser entendida como un enemigo a combatir, sino como un camino a la curación, que compara muchas veces con la iluminación. Siguiendo esta línea de pensamiento, no debemos enfrentarnos a nuestra oscuridad, a los momentos de depresión; no son piedras en el camino, ni desviaciones de nuestra meta.... son el Camino, son parte de la meta. Entonces, en vez de tratar de eliminar esta oscuridad, es necesario aceptarla, y dejarla expresarse para comprender así qué es lo que debe morir, y lo que debe nacer.
En estos momentos uno se replantea muchas cosas. Termina decidiendo que tal faceta de nuestro carácter sólo ha traído dolor, y elige trabajar para eliminar ese rasgo; o también, comprende que el enfoque que tenía sobre cierta situación no era el correcto, y lo cambia; y así van surgiendo transformaciones, que, como en un útero, van configurando al feto (que es nuestra alma) y lo van preparando para enfrentarse con la realidad, con el receptor de ese carácter y de ese enfoque.
¿Sólo es este el papel, la relevancia de la oscuridad?
El/los Moldeador/es (Dios) no crea la realidad, ni la destruye y la vuelve a armar de cero. La moldea, la va cambiando poco a poco, como una masa, como un poco de arcilla, que los dedos van formando y deformando hasta obtener la figura deseada. Suponiendo que nuestro objetivo máximo es la Iluminación (entendiendo ésta como un proceso de elevación vibratoria que desemboca en la unión con Dios, con el todo), debemos pasar por un largo proceso en el cual nuestra alma, nuestro cuerpo y nuestra mente deben ir descartando cosas, con la práctica.
La oscuridad entonces, hace de herramienta, es la mano, los dedos de los Dioses que ayuda a la masa a adquirir la forma deseada. Porque es sabido que por más buena voluntad que tiene la masa, ésta no puede cambiar por sí sola, necesita de un agente externo más sólido que la contorsione. De la misma manera, nosotros no podríamos evolucionar si no existieran sucesos buenos y malos que nos chocan y nos van definiendo. Así es la oscuridad, una herramienta más para crecer, para evolucionar.
Pero cabe destacar también que no todas las oscuridades son iguales. Más allá de que a veces el período de muerte pasa por la personalidad y otras por el cuerpo de cada individuo, puede observarse que hay cierta “tematización” en nuestras oscuridades. Más allá de que el año pasado me quebré una pierna y tuve q estar dos semanas en cama, y ahora simplemente estoy pasando un fin de semana con una abulia terrible, ambos períodos tienen puntos en común, más allá de que la reacción que provocan en esa persona es similar (y que es distinta en cada individuo). Ambas son situaciones que remiten al lado oscuro de la vida, a las cosas que queremos cambiar. Jung planteaba que todos los rasgos de nuestra personalidad que no queremos pasaban a formar parte de “la sombra”. Trasladamos toda esta mole de miedos y frustraciones al exterior, y nos horrorizamos al ver en el mundo aquellos aspectos que no queríamos ni conocer. Existe, según este psicólogo, una identificación entre esta sombra y la realidad (macrocosmos=microcosmos), por lo que nosotros podemos decir que lo que se manifiesta por fuera, es sólo la materialización de lo de adentro.
La oscuridad que percibimos afuera, el hecho que nos conduce a la muerte, es una parte de esta sombra que no hemos visto, que debemos transmutar y comprender. Así se puede decir que esa fractura fue la materialización de un deseo de frenar la carrera que era la vida de ese individuo. O que ese fin de semana mostraba la necesidad de encontrar una actividad que nos llenara de forma más profunda que el trabajo o la rutina. Desde este punto de vista, uno analiza poco el síntoma, la manifestación, y se sumerge en lo profundo del ser humano, en el ojo de la tormenta para comprender el porqué del huracán.
Pero retomando un poco lo antes dicho, hay cualidades en común entre todas las oscuridades de nuestras vidas, más allá de que cada una hace referencia a una etapa incomprendida de nosotros. Podemos diferenciar para comprender esto, dos categorías de análisis de la oscuridad: una, la oscuridad como transformador de la Sombra, y la otra, la oscuridad como el encauzamiento a nuestra principal enseñanza, nuestro objetivo de esta vida.
Siguiendo el ejemplo anterior, tanto la fractura, como la depresión tenían causas distintas, pero ambas podrían ser sintetizadas en un desequilibrio entre el tiempo y los deseos. Quizá la enseñanza principal que tenga que aprender esta persona sea que debe respetar su cuerpo, y el tiempo de su cuerpo, y coordinar sus actividades y deseos acorde con esto. Es lograr encontrar el propio ritmo interno, y crear un ciclo más equilibrado para evolucionar.
Siguiendo el camino de los sucesivos ciclos de nuestra vida –o de nuestras vidas, si somos tan afortunados de recordarlas-, tanto de días como de noches, uno observa que siempre hay un eje central, y éste puede ser la enseñanza a aprehender. Pero si logramos comprender y lograr esto, ¿qué pasa con los períodos de oscuridad? ¿Desaparecerán?
Sinceramente, no creo que sea posible. Simplemente, la oscuridad nos llegará cada tanto, de forma quizá más amena, y la comprenderemos; y cuando llegue le tomaremos la mano y la ayudaremos a que nos plantee cuáles son nuestros defectos, qué es lo que hay que observar... Y cuando ya no haya más que cambiar, siempre quedará el miedo más grande del ser humano: la pérdida del cuerpo. Entonces vendrá la faceta más enigmática de la oscuridad, la Muerte, y ésta nos dará una nueva enseñanza. Así, como murió parte de nuestro carácter, morirá parte de nosotros, nuestro cuerpo, pero seguiremos enteros y evolucionando... Solamente que el puente tendido por la oscuridad será un poco más literal que antes. Visto de esta forma, la muerte no es tan terrible después de todo.